viernes, 22 de julio de 2011

Alcoholismo.

No se sabe cuándo ni como empezaste. Sencillamente, lo hiciste. Empiezas a beber. Primero, sólo un vaso. Pero tu garganta necesita de algo más fuerte, algo que te haga olvidar. Pero… ¿el qué? Ni siquiera lo sabes. Te desesperas y das otro trago. Más tarde, tu gusto se engaña en el empalago del licor; entonces dejas de ser tu y te arrastras por lugares innombrables. La gente no te mira bien. Te da igual. No sabes con quién hablas aunque tampoco interesa. Al cabo de un rato, más tranquilo, pero descentrado intentas volver sobre tus pasos. Miras con detenimiento. Ya no hay luz, sólo una capa de oscuridad fría. Te sientes destrozado. ¿Una paliza? No. Se llama resaca. Fuertes escalofríos te hacen temblar. Cruzas los brazos y tiritando, caminas hacia tu casa. No hay recuerdos en tu vida. Y ¿donde está tu vida? ¿En qué momento la dejaste? ¿En qué lugar comenzaste a perderla? Retorcido sobre el lavabo, vomitas. Duermes, o tratas de hacerlo. Sudas, murmuras, sueltas palabras extrañas,... Alcanzas el amanecer. Golpes en la puerta. Estas destrozado. Tus manos tiemblan, tu corazón teme lo que hayas hecho y dicho ayer. Pero… nada importa ya. Hoy será diferente. Lo sabes. Lo presientes. De repente te sientes mal y lo sientes de nuevo; y no sabes bien el qué. ¡Qué es lo que se te está o estará escapando!

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